El acto de jurar un cargo público no es un detalle. Es uno de los momentos más importantes de la vida institucional de un país. Ahí se define a quién se le debe lealtad: a la Nación y sus ciudadanos, o a un proyecto ideológico que va por encima de ellos.
Sin embargo, en los últimos años, algunos dirigentes de la izquierda argentina han elegido jurar sus cargos mencionando primero —o incluso únicamente— a Palestina, dejando en segundo plano a la Argentina, su bandera y su pueblo.
Y esto no es casual, ni espontáneo, ni anecdótico: es un mensaje político claro.
Una izquierda que incomoda frente a la identidad nacional
Para estos sectores, la Argentina no es el centro de su proyecto político.
Su visión es internacionalista: se consideran parte de una “lucha global” que no reconoce fronteras ni banderas. Por eso, cuando llega el momento de asumir un cargo:
- No juran por los trabajadores argentinos, que dicen representar.
- No juran por la Constitución, que les da el marco democrático para estar ahí.
- No juran por la bandera argentina, que representa nuestra historia y nuestra identidad común.
Prefieren otra bandera.
Prefieren otra causa.
Prefieren otro símbolo de pertenencia.

Palestina como bandera moral (y como refugio ideológico)
Dentro de la narrativa de la izquierda, la causa palestina funciona como un sello de militancia.
Elevarla en el juramento muestra “compromiso internacional”, “coherencia revolucionaria”, “solidaridad internacional”.
Pero también sirve para algo más sencillo:
evita tener que nombrar a la Argentina como primera lealtad.
Porque —y esto es evidente— para jugar al socialismo siempre están disponibles:
- Para marchar.
- Para agitar consignas globales.
- Para recitar discursos importados.
- Para levantar banderas ajenas.
- Y para no laburar como Del Ñoqui… digo Del Caño.
Eso, sí: ahí nunca fallan.
Siempre aparece un pañuelo, una pancarta, una causa que queda bien en redes sociales.
Ahora…
cuando se trata de representar al pueblo argentino, el que los eligió y les paga el sueldo, ahí ya no están tan entusiasmados.
Entonces, ¿cuál es el problema?
El problema no es Palestina.
El problema es el orden de prioridades.
Un representante electo en Argentina debe representar a la Argentina.
Eso es lo básico.
Es el piso.
Es lo que define la función misma del cargo.
Si incluso en el juramento —el acto simbólico de mayor compromiso democrático— esa prioridad está desplazada hacia una causa internacional, el mensaje es claro:
“Mi lealtad está primero con la ideología de mi partido, y después (si queda espacio) con la Argentina.”
Y cuando la lealtad no es a la Nación,
la representación democrática se vuelve decorativa.
Y el cargo se vuelve propaganda.
¿A quién están representando, entonces?

No a la Argentina.
No al votante común.
No a la gente que trabaja, que paga impuestos, que enfrenta la realidad cotidiana.
Representan:
- Un relato global.
- Una identidad política importada.
- Una agenda internacional que ubican por encima de su responsabilidad local.
Y eso hay que decirlo sin rodeos.
Por ejemplo, el 27 de junio de 2024 las diputadas Vanina Biasi (por cierto, antisemita declarada) y Mónica Schlotthauer (otro tanto de lo mismo), del bloque Frente de Izquierda y de los Trabajadores‑Unidad, juraron sus bancas reivindicando “al pueblo Palestino que resiste el genocidio” antes que mencionar la Constitución argentina.
Otro caso: la diputada Vilma Ripoll lo hizo el 16 de abril de 2025 “por la resistencia del pueblo palestino” al asumir en el Congreso.
Conclusión
La Argentina no necesita dirigentes que expliquen su lealtad. Necesita dirigentes que la sientan.
Porque cuando un diputado se para frente al Congreso y elige jurar por otra bandera, lo está diciendo sin rodeos:
La Argentina no es su prioridad.
Y si la Argentina no es su prioridad en el juramento —el momento más solemne que tiene la democracia— entonces no lo será después, cuando haya que:
- defender a los jubilados,
- proteger el laburo,
- sostener la soberanía,
- cuidar la economía,
- enfrentar problemas reales y urgentes.
Ahí, cuando la Argentina necesita presencia, firmeza, decisión…
desaparecen.
Eso sí:
para levantar la bandera del socialismo internacional siempre están listos.
Para representar a causas ajenas, siempre encuentran tiempo.
Qué curioso, ¿no?
Para el pueblo argentino nunca.
Para la revolución mundial, siempre.
Por eso, la pregunta ya ni siquiera es por qué juran por Palestina.
La pregunta es qué están haciendo adentro del Congreso argentino si la Argentina no es la causa que los mueve.
Y la respuesta, lamentablemente, es simple:
Usan la banca argentina para militar una agenda que no es argentina.
Y eso hay que decirlo con claridad.
